domingo, 5 de enero de 2020

La historia de la Costa Verde y de la ciudad que conquistó su mar

El proyecto más ambicioso que emprendió Lima en el siglo XX fue la conquista de su mar, con un circuito de playas que le ganó metro a metro al Pacífico. Tal gesta se logró con la tenacidad de un hombre que soñó con un lugar que no tuviera nada que envidiarle a la francesa Costa Azul. ¿Qué hemos hecho con su legado?

Antes de la Costa Verde, Lima era una ciudad que vivía de espaldas al mar, por la ausencia de playas. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Con la rapidez con la que solemos dar por sentadas las cosas importantes, al menos dos generaciones de limeños hemos asumido que la Costa Verde siempre estuvo ahí. Bajar al mar es un trámite sencillo hoy, al que apenas concedemos atención. Peor aún, “ir por la Costa Verde” se ha vuelto sinónimo de usar una vía rápida si se va en auto, como si se tratase solo de un atajo para llegar a otro lugar.
Sobra decir que así no eran las cosas hace más de medio siglo. 

A sus 89 años, la historiadora María Delfina Álvarez Calderón tiene un recuerdo vívido de “cuando no había playa” ahí abajo. La Costa Verde en su época, dice, era como la zona de San Miguel hacia la Punta: un mar embravecido en el que violentas olas rompían al pie del acantilado. “Si los limeños querían veranear en esos años, se tenían que ir hasta el Callao, a la Punta o a Cantolao, donde había balnearios, o iban hasta La Herradura, en Chorrillos, que era una playa hermosa para bañarse y pasear”, recuerda.

Aunque hubo un antecedente durante el gobierno de José Pardo, fue el presidente Augusto B. Leguía, según Álvarez Calderón, quien tuvo la voluntad de construir una vía que conectase La Punta con Chorrillos, al sur, hasta la zona de La Chira, por la que subiría hasta la carretera Panamericana.

Panorámica de Agua Dulce, con sus carpas para cambiarse. La playa chorrillana de arena fue modelo para el diseño de la Costa Verde. (Foto: Archivo Histórico El Comercio) 
 
En ese empeño se inauguró en 1928 el primer tramo de la avenida Costanera, que moría a la altura de la avenida Brasil. “Ese malecón tenía una vereda muy ancha en donde se paseaba la gente. Ahí una se encontraba con un montón de amigos y conversábamos hasta la noche, todo era muy bonito. Yo tengo 89 años, así que esto no me lo han contado, yo lo he vivido”, añade la magíster en Historia.

Tras la caída de Leguía, el proyecto de una vía litoral fue descartado por décadas en los sucesivos gobiernos. Hasta que llegó un joven arquitecto e ingeniero para venderle a Lima la visión de que se podía construir playas, vías y bajadas y hasta hoteles ahí donde solo había piedras, agua y acantilados escarpados.

Su nombre era Ernesto Aramburú Menchaca (Lima, 1920-2010) y desde sus primeros cargos en la función pública hasta su posterior elección como alcalde de Miraflores en 1970, impulsó la idea de que en Lima se debía emprender cambios revolucionarios para la gestión de la ciudad. Así lo hizo con proyectos de largo aliento como la Vía Expresa del Paseo de la República, o de la ‘Costa Verde’, como bautizó a su sueño de generar una vía y playas que conecten Miraflores, Barranco, San Isidro, Magdalena, San Miguel y Chorrillos. Lo de verde era por la idea de forestar la pared del abismo con plantas de un vivero que él mismo gestionó.

El artista peruano Pablo Patrucco viene retratando la Costa Verde desde hace más de 20 años en una serie de cuadros de técnicas mixtas.
 
Ganarle metros al mar no era tarea fácil. La familia Boza lo había intentado en la época de Leguía y perdió fortunas al colocar diques de contención a la altura de La Perla con el afán de detener la furia del Pacífico, sin éxito. Con mejor tecnología y estudios, el trabajo de Aramburú rindió frutos gracias a la colocación de espigones que entraban en el mar y que contribuyeron a domesticar las olas y promover el ‘enarenamiento’ de la costa.

Las toneladas de desmonte de tierra que se extraían a diario de la excavación de la Vía Expresa ayudó también a que en pocos años se contase con las playas y la vía que hoy conocemos. Así nacieron Makaha, Redondo o La Pampilla (en Miraflores); y Las Sombrillas, Los Yuyos, Los Pavos, Barranquito o Las Cascadas (en Barranco), por mencionar algunas. La Costa Verde se conecta con Chorrillos y más notoriamente con su playa más popular, Agua Dulce.

Arquitecto Aramburú concibió la idea de la Costa Verde y dedicó su vida a realizarla. Solía decir: “Hay quienes gustan de poner primeras placas de inauguración. Yo soy más bien un hombre de primeras piedras”. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
“La Costa Verde, en 1975, que es el año en que aprendí a correr tabla, era hermosa”, sentencia un nostálgico Roberto Meza, también conocido como ‘Muelas’, emblemático personaje del lugar, tablista y fundador de la escuela de surf Olas Perú. “Tenía un riachuelo en el que podías recoger camarones y hasta bañarte si querías, porque era muy limpio todo. Te podías bañar en el mismo borde del acantilado, con el agua que caía del río Surco; era como una ducha natural para quitarse la arena. 

Había tanta playa en Barranquito que podías jugar fútbol. Eso hoy es imposible. No hay arena”.
Los tablistas, parte indisociable del paisaje de costa de Lima, están entre quienes más han defendido la integridad del proyecto de Aramburú. Lo hicieron así cuando pelearon hasta lograr una ley única en el mundo para proteger las rompientes de olas, un hito histórico.

El sueño de Ernesto Aramburú era que Lima no viviese de espaldas al mar, como lo hizo durante siglos. Esto se consiguió de modo parcial. Muchas de sus ideas quedaron inconclusas y corren el riesgo de retroceder ante la desatención. Si la Costa Verde hace noticia hoy solo es por problemas derivados de su gestión.

Así lució el puente de Barranco, a la altura de la bajada de baños, el primer día del 2020, debido a la gran presencia de veraneantes. 
 
En setiembre, el Poder Ejecutivo, a través del Decreto Supremo N° 178-2019-PCM, declaró en emergencia la zona por los constantes derrumbes que muchas veces dejan muertos. Cada vez que algo así sucede se vuelven los ojos contra los edificios que en las últimas décadas se han erigido al borde del acantilado. 

En octubre pasado, la Municipalidad de Lima aprobó una ordenanza que establece la reserva de una franja de 120 metros de ancho desde el borde del acantilado en los distritos sin microzonificación sísmica. La misma normativa prohíbe que se construyan nuevas edificaciones.
En noviembre, la comuna estableció también nuevos límites máximos de velocidad, de 60 km/h y 40 km/h para prevenir accidentes, así como la expedición de fotopapeletas a los que incumplan. 

Falta aún trabajar mucho en el diseño y construcción de accesos y subidas que prevengan lo sucedido el día de Año Nuevo, cuando el puente de la bajada de Barranco ‘colapsó’ por una marea de veraneantes que no podían avanzar o retroceder, situación extraordinaria pero que exige a gritos atención de las autoridades. //

Doña Charito vende raspadillas en la playa Makaha desde hace 30 años. Su hija, María Fernanda Reyes aprovechaba para surfear de niña. El año pasado fue campeona de longboard en los Panamericanos.

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